Hay momentos en los que creemos que
estamos haciendo lo mejor. Hay momentos en los que, por eso de la
estupidez humana, creemos que estamos haciendo lo correcto, y nos
estamos equivocando. Tantas veces, las emociones nos juegan una mala
pasada y nosotros, simplemente, nos dejamos llevar. Los impulsos nos inducen a las malas decisiones.
Podría decirte que de los errores se
aprende pero, lo cierto es que de nada me sirve tener ahora la lección
aprendida. Porque un día te perdí, un día antepuse lo insignificante de
la vida, me agarré a las excusas que se me ocurrían y que se me
escurrían de entre los dedos, como lo poco que quedaba de nosotros. Un
día me ahogué en las preguntas y naufragué en un mar de dudas. Un día,
hace tiempo, me enseñé que hay personas a las que jamás podré olvidar.
Que hay recuerdos que jamás podré borrar. Que hay errores que no se
pueden enmendar y, desde entonces, te prometo, que no he dejado de luchar por quien merece la pena.
Sé que ya no sientes nada por mí. O al menos, eso espero.
Nunca quise que me esperaras. Ni siquiera sabía si algún día iba a
volver. Un día alguien me dijo que el dolor es inevitable, pero el
sufrimiento es opcional. Creo que, de lo primero, los dos tuvimos
suficiente. Sé que te hice daño pero créeme cuando te digo que todas
esas dudas me quemaban por dentro, que no sabía qué hacer, que me daba
miedo, que fui un cobarde, que lo siento. Créeme que nadie más que yo
quería tenerlo todo claro, que nunca quise que se me nublara el juicio. Nunca quise hacerte daño. Que quería tenerlo todo, y ese fue mi mayor error.
Sé que me has olvidado o, al menos, que lo estás intentando. Y no te culpo.
Todo lo que te haga daño hay que alejarlo, porque si por algo estamos
aquí es para ser felices y no deseo otra cosa para ti. Sé que has
rehecho tu vida o, al menos, que ya no acostumbras a pasarte por aquí,
que ahora miras la vida con otros ojos, y que son otras pupilas las que
te observan. Suerte la suya. Espero que la persona que esté a tu lado,
no importa quien, te quiera por encima de todas las cosas, espero que te
valore, porque si hay algo que no te dije lo suficiente es que eres una
persona maravillosa.
Sólo espero que no me culpes. Que ya no
lo hagas. Y que si lo haces, me perdones. Que comprendas que todos nos
equivocamos, que las cosas pueden hacerse mejor o peor, pero que en
ocasiones no hay forma de parar el engranaje. Que una cosa lleva a la
otra, y cuando nos damos cuenta el tren está a punto de descarrilar y
nos encontramos al borde de precipicio. Sí, pude haberlo hecho mejor.
Sólo espero que no quemaras todas mis cartas y que algún día, dentro de
todo el tiempo que necesites, se te ilumine la cara al volver a leer mis
letras saltarinas. Que en aquel momento bailaban sólo para ti.
Pero también te confieso que, en el fondo, espero que en algún momento te acuerdes de mí.
De los momentos buenos, de lo feliz que te hice y, sobre todo, de los
inmensamente feliz que me hiciste tú a mí. Te confieso que, de vez en
cuando, cierro los ojos y me imagino que nada ha cambiado. Que aquel día
gris en el que nuestros caminos se separaron no fue más que una
tormenta pasajera. De vez en cuando me pregunto qué habría sido de
nosotros si hubiera encontrado respuestas a mis preguntas. Pero no te
preocupes, eso apenas dura un segundo, cuando los viejos recuerdos me
juegan una mala pasada.
Siempre recordaré nuestra historia, nunca
dejará de sorprenderme tu peculiar forma de ser, única e inigualable, y
la suerte que tuve de encontrarte aquel día por primera vez. Espero que
la vida te sonría, tanto como tú me hiciste sonreír.
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